Adolfo Alvarado Hidalgo, el jinete, guitarrista y hombre de tradiciones

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Un homenaje a un hombre que fusionó su amor por los caballos con el arte musical, dejando huella en Catamayo.

En el rincón de la vida de Catamayo, Adolfo Alvarado Hidalgo sigue siendo una figura que representa la tradición, el esfuerzo y el amor por el arte. Nacido en un tiempo donde las historias del campo y el paso de los años se mezclaban con las melodías de la guitarra, Adolfo no solo es conocido por su destreza con los caballos, sino también por su habilidad musical. Un hombre que, con su pasión por las cuerdas y su experiencia en el mundo ecuestre, ha construido una historia llena de recuerdos y legado.

El eco de las campanas en la plaza de Catamayo parece que aún guarda los susurros de los años dorados de Adolfo. “Siempre he llevado mi pasión por los caballos en la sangre”, recuerda mientras sus ojos brillan al recordar aquellos años juveniles cuando trabajaba en la empresa Malca, transportando caballos de paso para participar en eventos y espectáculos ecuestres. Para él, el jinete y el caballo deben estar en total armonía. La conexión entre ambos es casi mística, algo que solo los verdaderos amantes de los caballos comprenden.

En una tarde cálida, el lugar que parece haber detenido el tiempo, la conversación fluye naturalmente mientras Adolfo comienza a contar sus historias. “Los caballos siempre han sido una parte fundamental de mi vida. En Piura, en Sullana, conseguí unos sombreros que ahora forman parte de mi colección, como mi uniforme de jinete. No hay nada como ese momento en el que te montas y sientes que el caballo es parte de ti”, menciona, mientras sus recuerdos lo transportan a esos días de su juventud.

Sin embargo, la otra pasión de Adolfo es igualmente importante para su historia. “Las guitarras me han acompañado siempre,” dice con nostalgia. Habla de las guitarras boogie, y sobre todo de las guitarras Chiliquinga, las cuales considera las mejores del país. Su relación con la música es tan fuerte como con los caballos. Cuando no estaba montando, estaba tocando, creando melodías que reflejaban el sentir de su tierra.

A lo largo de su vida, Adolfo ha sido testigo de momentos que la mayoría solo conoce a través de relatos. Uno de esos momentos significativos es el recuerdo de la canción “La Tomeñita”. Una composición escrita por él mismo, un homenaje a su llegada a Catamayo, que aún no ha sido grabada, pero que permanece en su memoria como un testimonio sonoro de su vida.

Y así, rodeado de su música, de su amor por los caballos y con una profunda conexión con las tradiciones de su tierra, Adolfo se ha convertido en un hombre que no solo es recordado por su habilidad en la monta, sino también por el legado musical que ha dejado. “Nunca busqué fama ni gloria. Simplemente viví mi vida con pasión por lo que amo, los caballos y la música. Y eso es lo que me llena de satisfacción”, asegura con una sonrisa que demuestra la paz que se encuentra en seguir los propios sueños.

Adolfo Alvarado Hidalgo es más que un jinete o guitarrista. Es un hombre de tradiciones, cuyas huellas quedan grabadas tanto en la arena del campo como en las notas de sus canciones. En un mundo que cambia constantemente, su historia es un recordatorio de que las pasiones auténticas no requieren reconocimiento para perdurar. En su sencillez, Adolfo ha logrado lo que muchos ansían: vivir una vida plena, llena de sentido y de amor por lo que hace.