«Recordar es volver a vivir», dice el viejo refrán… Y nosotros lo tomamos en serio. Así que, hagan su cafecito, pónganse cómodos y prepárense para este viaje apasionante por las huellas de nuestra historia.
Queridos amigos, estamos una vez más en sintonía con el tiempo… viajando con la memoria, esa que se niega a olvidar y que en Catamayo de Antaño se convierte en voz viva. Hoy les traemos a un personaje que ha recorrido el país entero, pero que decidió echar raíces aquí, en la cálida y querida tierra de Catamayo, específicamente en La Vega, desde hace más de dos décadas.
Sí, es el segundo entrevistado de La Vega —¡saludos también a don Víctor Pérez, el primero!— y hoy nos honra con su presencia un señor de voz pausada, mirada nostálgica y memoria brillante: el Lic. César Gustavo Valdivieso Edgas.
Licenciado en Ciencias de la Educación, ex presidente de la UNE de Zamora Chinchipe, ex diputado, director cultural, asesor, escritor, poeta… y ojo: futbolista profesional. ¡Sí, como lo oyen! Jugador de equipos como Borussia y Volante de Loja, e incluso fue seleccionado por la provincia cuando la dirigía nada menos que Carlos Alberto Raffo.
Con ustedes, un hombre que nació en Quito, vivió su niñez entre libros, bromas y juegos de fútbol; que estudió en el Normal Juan Montalvo, en la universidad capitalina, y que la vida lo llevó a Zamora con una misión clara: sembrar el deporte.
Jugó, formó, dirigió, entrenó. En la cancha y fuera de ella dejó huella. Hoy, desde su casa en La Vega, nos abre su historia y nos presenta también su más reciente obra aún inédita: “Catamayo, Terruño Bendito”. Un libro que, si la vida lo permite, verá pronto la luz y enriquecerá la memoria cultural de este rincón del sur del Ecuador.
Y así comienza esta entrevista, con saludos a Zamora, Ambato, Riobamba, España, Canadá, Alemania y más allá. Porque Catamayo de Antaño ya no es solo local, ¡es global!
Catamayo: tierra que inspira versos y afectos – Segunda parte del diálogo con Gustavo Valdivieso.
En la continuación del diálogo con el Licenciado Gustavo Valdivieso, la conversación se tornó íntima, poética y profundamente humana. El escritor compartió recuerdos, sentimientos y versos dedicados no solo a su esposa, sino también a Catamayo, tierra que, aunque no lo vio nacer, lo ha acogido como suyo.
“Este es un pueblo que yo cuando estuve en tercer grado de escuela y aprendíamos lugar natal, me enseñaron que también parte del Ecuador era la hoya de Catamayo y eso nunca me había olvidado”, recordó con nostalgia.
Con voz serena, pero con la emoción intacta, el licenciado rememoró aquellos viajes que realizaba a Guayaquil y Quito. “Y al retorno, cuando llegaba al sector de Las Chinchas, decía —y se los digo con absoluta pura verdad— por fin estoy llegando a Catamayo”, expresó con una honestidad que desarma.
El motivo de su llegada a esta tierra tiene raíces familiares y afectivas. “Yo vine a Catamayo porque una hija mía adquirió una propiedad aquí… vine acompañándola y vi el recorrido de una quebradita con agua absolutamente limpia”, contó. Su intención era dedicarse a la piscicultura, pero el sueño se diluyó cuando el agua se volvió oscura.
Pero en ese mismo trayecto apareció una mujer que le cambiaría la vida. “Quien hoy es mi mujer… me ha guardado respeto y consideración, vivimos unos momentos de absoluta felicidad y Catamayo es eso también, es la respuesta afectiva a la que yo agradezco haber llegado acá”, confesó.
La poesía como testimonio de amor
Entre los tesoros que guarda, se encuentra un poema dedicado a su compañera de vida, Nancy Lucía. Lo escribió hace dos años con ocasión del Día de la Mujer. Lo compartió en vivo, con emoción en cada palabra:
“Mi dicha solo pudo posarse en tu camino
y hoy te digo, te amo, pues nunca así he amado,
porque en cada mañana de imágenes ya mustias
tu faz, tus encantos borraron mis angustias…”
Y remata con un verso que se queda flotando entre los suspiros:
“…Que sean mis cenizas las que floten el río
para que en cada ola vuelvas a recordarme.”
Catamayo también tiene su poema
La conversación dio paso a otra joya, un poema en ritmo de pasacalle dedicado a Catamayo. “Lo hice con mucho afecto. Ojalá el Municipio en algún momento pueda interesarse y hacer una grabación”, dijo con esperanza.
“Mi Catamayo, valle del sol eterno,
de luna llena, de amor el más fraterno.
Eres de Loja, la joya más preciada,
cual la mujer de esta mi tierra amada.”
Las hojas donde están escritos los poemas tienen un detalle especial: están pirograbadas y conservan la apariencia de pergaminos antiguos, hechos artesanalmente. “Tengo exclusivamente para poemas y frases… todavía falta llenarlo”, comentó mientras mostraba el cuaderno.
Literatura viva desde Catamayo
Este segundo capítulo de la entrevista al Lic. Valdivieso es un testimonio de cómo la vida, el amor y la poesía se entrelazan en un mismo territorio. Catamayo no solo fue un destino geográfico para él, sino un espacio emocional que le brindó nuevas razones para escribir, amar y vivir.
El programa cerró con saludos de la audiencia, destacando un mensaje desde New Jersey y la participación del exalcalde Armando Figueroa. La conversación continuará, porque hay mucho más que contar sobre este hombre de letras.
«Catamayo contado desde el alma»
Una historia escrita con paciencia, memoria y gratitud
La segunda parte de este recorrido histórico continúa revelando los pilares que inspiraron la construcción de una obra sin precedentes para el cantón Catamayo. Durante cerca de ocho años, su autor fue hilando datos, memorias, voces y vivencias. «No mentiría si digo que estoy escribiendo ocho años el libro, no. Pero iba anotando, recogiendo información de un lado y otro hasta creer que tenía ya la posibilidad de iniciar la escritura de este libro», confiesa.
Para construir esta memoria colectiva, se apoyó en varios referentes históricos. “Me valido de historiadores como González Suárez, como Anda Aguirre… también me valí de un libro que se llama El devenir histórico de Catamayo, escrito sin que lo sepa la gente por un catamayense nacido en el barrio del Salado, aquí en La Vega: Hugo Arias Benavides”.
Hugo Arias, político y escritor, fue un referente clave: “Fuimos rivales políticos, pero no he dejado de reconocer la capacidad de ese hombre catamayense que dio lustre a Zamora”.
La historia del pueblo también ha sido contada desde otros rincones. “Me he valido también de la obra Los negros de Catamayo, de nuestro amigo fallecido Victoriano Albito… y de Los recuerdos (sombras) del Salado, de doña Judith Ruiz Elli, que ahora está en Argentina haciendo actividades literarias”.
Pero esta obra va más allá de recopilar nombres. Su gran valor es que “no ha habido un solo libro que recoja toda la historia desde la época de los Paltas hasta nuestros días”. A partir de ahí, el libro se propone un relato integral: desde los primeros pueblos que habitaron el Trapichillo y La Vega, hasta las luchas políticas por la parroquialización y cantonización.
“El Inca Huayna Pacha logró dominar a los Paltas en una sangrienta guerra. Posteriormente los Paltas logran recuperar su libertad… y luego Panqui los termina hundiendo nuevamente, convirtiéndolos en mitimaes”. Esta parte del relato, afirma, “no está en algún libro de manera explícita”.
El texto también rescata pasajes poco conocidos como la llegada de los jesuitas al sitio Las Canoas. “Construyeron una especie de canoa con madera a fin de lograr por allí haciendo un puente pasar el agua y regar las fértiles tierras de Catamayo. Eso dio motivo a que a ese lugar se lo llame La Toma”.
Uno de los momentos clave fue la construcción de la vía entre Loja y Guayabal, con un nombre que pocos recuerdan: “Quien hizo la obra Loja–Guayabal fue el ingeniero Celin Arrobo. Él escribió una obra llamada Rutas inolvidables”. Y es en ese contexto que surge la idea de convertir a La Toma en parroquia, un sueño promovido por jóvenes como el estudiante Aguirre y líderes como don Flavio Luzuriaga.
Pero la historia no se detiene. El autor revela su participación directa en el proceso de cantonización: “Estuve en una reunión del Congreso porque también fui diputado por Zamora Chinchipe… y me sentaba junto a Edgar Garrido, que me dijo: ‘Estoy tratando de cantonizar Catamayo’”.
Y lo que parecía una coincidencia, se convirtió en un compromiso histórico: “Ese documento de pedido para que en el pleno se trate la cantonización fue firmado por mí. Yo no imaginé que algún día iba a ser parte de esto”.
De aquellos días, recuerda con detalle: “Edgar me invitó… me comentaba que iba a llegar la comisión… y ahí es cuando aparece la figura del padre Eliseo. Él dirigía el grupo que tenía que plantear la ratificación de la cantonización”.
Para el autor, más allá del relato político, su aporte ha sido vital: “Puse también mi contingente, mi granito de arena en la realización de eso. Esa es la parte importante de mi presencia respecto a la cantonización”.
Pero no todo fue celebración. En un giro lleno de crítica histórica, denuncia cómo Catamayo fue apropiado por los poderosos: “Fue caprichosamente lugar de las haciendas de la oligarquía lojana. Decían: ‘De esta quebrada a tal montaña es mi hacienda…’ y se fueron repartiendo”.
Con esta segunda entrega, la historia de Catamayo continúa escribiéndose desde quienes han vivido, sentido y transformado esta tierra. Y el libro se convierte en un espejo donde cada catamayense podrá verse reflejado, aprender, y también cuestionar.
La utopía de Catamayo: una visión con nombre y apellido
«De los sueños nacen las grandes conquistas», dice con voz firme el Lic. Gustavo Valdivieso, mientras relata —con el mismo ímpetu con el que ha defendido la historia de este valle— su propuesta para transformar el Complejo Turístico de El Boquerón en un verdadero ícono del desarrollo local.
En esta cuarta parte del podcast, Valdivieso hace memoria de personas valiosas que forman parte de su obra literaria: «Un profesional distinguido… yo tuve la suerte de conocerlo cuando fui presidente del Comité de Padres de Familia del colegio nocturno», recuerda. También menciona con especial cariño a Sor Inés, la religiosa que sembró la fe en las aulas de Catamayo.
El libro —que ya está completamente terminado y listo para ser impreso, como él mismo lo señala— recoge no solo nombres y fechas, sino el alma de Catamayo. Habla de todos los alcaldes, sin excepción: “Cada uno hizo algo. Una cancha, una escuela, una calle. El egoísmo muchas veces impide reconocerlo, pero ahí están sus obras.”
En medio del repaso, emerge una crítica directa: El Boquerón necesita más. «No puede seguir siendo solo un paseíto de domingo», sentencia. Lo dice con la certeza de quien ya tiene elaborado un perfil de proyecto turístico que incluye piscinas naturales, senderos, un funicular, miradores, un bar de montaña, escalada en roca, e incluso la reactivación de la piscicultura para pesca deportiva. Una visión ambiciosa, sí, pero totalmente posible, como él mismo recalca: “No necesariamente se necesita mucho dinero. El senderismo, la escalada, las piscinas… se pueden hacer con voluntad.”
Gustavo recuerda que presentó este plan al entonces alcalde Salinas, quien, sorprendido por el costo, no lo apoyó. Hoy, con el respaldo del vicealcalde Romel Durán y el compromiso de Marca, hay esperanza de que este sueño se concrete.
“El libro ya está, hasta la última coma está revisada. Fui maestro, sé dónde va un punto y coma”, dice entre risas. Y agrega con emoción: “Este libro será una fuente inagotable de información histórica. Nuestros niños merecen saber quién escribió el himno, quién lo musicalizó… Merecen amar su tierra con conocimiento.”
Para cerrar, deja claro el propósito: Catamayo debe ser el primer cantón de Loja. No lo dice por competir, lo dice por convicción. Porque aquí hay un aeropuerto, un puerto terrestre, una ubicación estratégica. “Tenemos todo. Lo que falta es decisión. Vamos con convicción, creyendo en nuestra niñez, en nuestra juventud, en el legado de nuestros mayores.”
Y antes de dejarlo respirar, suelta un suspiro… y una verdad:
“Vaya Catamayo a ser lo que tiene que ser: el valle más hermoso del sur del Ecuador. Yo no he encontrado otro igual. A Catamayo, yo lo saludo reverente”.
“El día que Taita Dios me diga ‘hasta aquí llegas’, yo he de llegar diez minutos antes.”
Con esa frase, cargada de humor fino y una disciplina forjada por los años, Gustavo Valdivia cerró una conversación de más de dos horas que nos hizo viajar por la historia, los personajes y las anécdotas de Catamayo.
Entre recuerdos de fútbol, lecturas en la playa y confusiones en ferias deportivas, nos regaló también una reflexión urgente para los jóvenes: “No puede ser que nuestras señoritas se embaracen tan jóvenes y después estén pidiendo ayuda para criar a sus hijos. Tienen que estudiar, crecer, ser profesionales. No vivir del auxilio de nadie.”
Y es que Gustavo, con la voz firme y el alma literaria, no teme hablar claro. Nos recordó cómo Alexander von Humboldt, al visitar nuestro país, nos describió así: “Los ecuatorianos son seres raros y únicos. Viven tranquilos en medio de los bramidos de los volcanes. Son pobres sentados en inmensas riquezas y se alegran cantando música triste.”
Frente a eso, nos dice: “Hasta para eso debemos aprender a ser revolucionarios.”
La historia de Catamayo no siempre ha sido hermosa, nos advierte. Pero es precisamente ahí, en lo áspero y lo profundo, donde este libro que promete escribir —y que ya muchos esperan con ansias— tomará sentido.
No nos vamos sin antes agradecerle, no solo por enseñarnos, sino por decirlo con valentía, con pueblo y con letra viva.