(Opinión) DÍA INTERNACIONAL DE LA MUJER: Desde la experiencia con las mujeres más cercanas de mi vida.

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“Puedo escribir los versos más tristes esta noche”, pero no lo haría porque no soy Neruda y estoy muy lejos de aquello. Tampoco creo en días especiales y, es más, no me gusta celebrarlos, porque considero que es como quitarle el verdadero valor al resto de los días, y eso no sería justo. Sin embargo, también creo que hay que desconfiar de un ser humano que siempre piensa lo mismo, se encierra en su círculo cuadrado y no hace nada por cambiar. Por eso, sin intentar ser el Nobel de Chile ni el hombre radical que cree tener siempre la razón, hoy escribiré para dejar impregnado en la historia y en quienes lean estas líneas algo sobre el DÍA INTERNACIONAL DE LA MUJER.

Hacer un enfoque histórico sobre la mujer sería alinearme con quienes sostienen que la mujer no necesita galantería, sino derechos. Oponerme a ello podría ser visto como un desconocimiento de esos derechos. Es decir, hablar de la mujer desde la razón y no desde el corazón, o quizá al revés. En pocas palabras, tratar de adoptar una postura sobre este tema puede generar controversia en quien escribe, en quien lee o en quien simplemente reflexiona. Por eso, querer hablar o escribir sobre la mujer y pretender tener la razón absoluta es, desde ya, un error de cualquier escritor, pensador, poeta, artista o simplemente loco.

Considero, con el temor de equivocarme, que a la mujer debemos observarla no desde el idealismo de nuestras pretensiones, sino desde la realidad de nuestras vidas. En mi caso, he estado toda mi existencia rodeado de mujeres, y eso lo considero un punto a favor. Mi madre, a quien los entendidos llaman «padre y madre», valió por muchos padres, no solo por uno. Mi hermana, luego mi esposa y mis hijas me han enseñado que ninguna mujer es igual a otra, pero cada una tiene su esencia, sus luchas, sus temores y sus sueños. Por lo tanto, es injusto encasillar o comparar a la mujer dentro de un prototipo específico o atribuirle un valor determinado, simplemente porque el ser humano es único e irrepetible, y la mujer no es la excepción.

Sin embargo, entre las mujeres que han estado en mi vida, he notado ciertas similitudes y patrones de conducta. Todas han tenido que luchar en una sociedad donde los hombres, por ignorancia y miedo, muchas veces las miramos desde el hombro hacia abajo. Esto refleja nuestra poca capacidad de ver el mundo y, sobre todo, nuestro temor de aceptar que ellas son superiores.

Alguien dirá: «¡Estás loco! ¿Cómo que superiores?» Y me ratifico: son superiores, y no lo digo por quedar bien con unas líneas que se pueden borrar con el tiempo, sino por la veracidad de los hechos. No llevan ni un siglo con derechos plenos en el campo laboral y ya gobiernan naciones. Los pensadores dicen que dominarán el mundo y, en efecto, solo es cuestión de tiempo.

¿Tememos aquello? No deberíamos. Ya gobiernan nuestros hogares. ¿O acaso las leyes han logrado cambiar quién debe parir?

En tono de broma, aunque de mal gusto, suelo decir que la mujer marcó la historia de la humanidad y que el hombre siempre ha querido culparla por ello. Ejemplos como Adán y Eva, Sansón y Dalila, o Cleopatra nos muestran el temor del sexo opuesto, que no asume sus propios errores y prefiere decir que la culpa siempre fue de la mujer.

Dios me ha dado la oportunidad de ver surgir a una mujer desde la nada y siempre admirarla (mi madre). Me ha permitido ver a una mujer acompañar a su hijo, enfrentar todo obstáculo y salir siempre avante (mi hermana). He tenido la bendición de ver nacer a mis hijas y de ser testigo de cómo una mujer puede sacrificar su vida, su tranquilidad y su salud solo por amor y sin reclamar nada a cambio (mi esposa). He sentido el abrazo sincero, el beso inocente y la inspiración de querer comerse el mundo (mis hijas). Todas ellas comparten un mismo motor: el amor. Amor por los suyos, por su familia y por lo que las rodea.

Desde esa experiencia, puedo escribir sobre la mujer: la madre, la hermana, la esposa y las hijas, quienes han sido las más cercanas en mi vida. Gracias a ellas, soy lo que soy, que no es mucho, pero es algo en este mundo fugaz y a veces carente de valor.

Por un momento me distraje en Facebook, y me di cuenta de que estaba siendo injusto al no nombrar a una mujer superespecial, el tronco común de todo: la señora doña Amalia Antonia Carrión Apolo, mejor conocida como «Mamita Tuca». Ella fue mi abuelita, mi mentora, mi guía y mi luz. Todos los dichos populares nacieron de sus enseñanzas. Les comparto algunos: «Quien nació para triste ni de borracho se alegra», «La persona a la parada y el pato a la cagada», «Si quieres del mundo gozar, ver, oír y callar», «Quien nació barrigón ni aunque de chiquito lo fajen», «La ignorancia esclaviza y el saber nos da el poder», «Este no es muy católico». Así, una enciclopedia de pensamientos y proverbios populares enriquecieron mi vida, acompañados de sus sabios consejos. Una mujer tan hermosa y tan linda que no podría describirla, porque temo herirla con la pobreza de mis palabras.

He hecho una excepción en mi vida al escribir estas líneas y celebro el Día de la Mujer con lo poco que trato de aprender a hacer: escribir. Tómenlo como un ramillete de flores marchitas, que se sintieron acongojadas al contemplar su belleza.

FELIZ DÍA INTERNACIONAL DE LA MUJER. Que tu sabiduría siempre desborde tanto que logre cambiar este mundo, tu mundo y el de todos. Felicidades.

08 de marzo del 2025

Marlon Ernesto Chiriboga Aguirre Condecoración “Pablo Palacio” al Mérito Literario. Loja, septiembre 2018