Catamayo de Antaño: Don Héctor Jaramillo, el niño que tostaba café y soñaba en bicicleta

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Catamayo, Loja – El aroma del café y los recuerdos de una niñez entre juegos, aventuras y emprendimientos se entrelazan en la vida de Don Héctor Jaramillo, protagonista del episodio 48 del podcast Catamayo de Antaño, producido por VivaCatamayo TV. En una conversación íntima, dirigida por Pepe Simancas y conducida por Flavio Suing, Don Héctor abrió su memoria como quien destapa un saco de recuerdos tostados listos para digerir: con fragancia, calor y mucha historia.

Una infancia entre trompos, bolas… y café

Nacido en 1937 en San Pedro de la Bendita, Don Héctor vivió una niñez traviesa y alegre. “Pasaba con las bolas, los trompos… no me gustaba estar quieto, siempre andaba inventando algo”, recuerda con una sonrisa. Pero no todo era juego: a los 8 años ya cargaba café en su espalda para venderlo en Chihuango, ayudando a su tía en un cafetal ubicado en un sitio llamado Guato.

“Yo le decía a mi tía: termina y véndeme un poquito para llevar a vender”, y así comenzó una carrera que, sin saberlo, marcaría toda su vida. No tenía balanza ni empaque profesional, pero sí un olfato agudo para los negocios y un corazón lleno de ilusiones comerciales y creativas.

La bicicleta que lo llevó al mundo

Uno de los recuerdos más impactantes de Don Héctor fue cuando consiguió su primera bicicleta. A sus 15 años con su primer sueldo, en su trabajo en el ministerio del transporte. Luego se puso a alquilar su bicicleta, he ahí su nuevo emprendimiento.

El arte de tostar café a mano

El café que Don Héctor vendía no era cualquier café. Él mismo lo preparaba con técnicas que hoy parecen sacadas de un museo de oficios antiguos. “Primero lo secábamos al sol en tendales. Luego, ya seco, lo pilábamos en porrón”, cuenta.

Pero el momento sagrado era el tostado: “Poníamos el café en un perol de hierro, de esos gruesos, y con una cuchara de madera lo movíamos sin parar, sobre el fogón de leña. Si te descuidabas, se te quemaba… y ahí sí perdías todo.”

Recuerda que el color lo era todo: “Ni muy negro ni muy claro. Tenía que ser marrón oscuro, brillante. El olor te decía si ya estaba. Esa era la clave.”

El perfume del café

Durante la entrevista, Flavio Suing aportó una anécdota personal que arrancó sonrisas a todos: “Yo vivía aquí cerca, y cuando ya estaba casado, no usaba perfume, usaba el perfume del café. Eso bastaba.” Y es que, en Catamayo, el aroma del café es identidad, es cultura, es memoria viva.

Juventud entre música y baile

Don Héctor también compartió historias de su juventud en Catamayo, cuando el parque central apenas era un proyecto de árboles recién sembrados. “Los sábados hacíamos bailes. Yo no era bueno para bailar, pero ahí estaba, en medio del pasillo y el vals.”

Acompañado muchas veces por su hermano Medardo, reconocido músico, formaron parte de la historia artística y cultural de Zambi. “Medardo siempre sacaba la guitarra, pero eso sí, era el alma de cada reunión.”

Un legado que huele a café

Con más de 80 años, Don Héctor sigue tomando café tres veces al día, con la misma pasión del primer sorbo. “Esto es como la leche: usted se descuida y se le riega… pero yo nunca me he descuidado”, afirma con orgullo.

A sus hijos les ha dejado la mejor herencia: el ejemplo. “Nunca han visto nada malo en mi familia. Ese es el camino. El buen nombre vale más que el oro.”

Una vida que tuesta el alma

Don Héctor Jaramillo no solo ha tostado café; ha tostado historias, ha tostado tiempo, ha tostado la vida misma. Su bicicleta, su porrón, sus madrugadas con olor a leña y sus palabras suaves como el pasillo que tanto ama, forman parte de una Catamayo que no se olvida.

Desde VivaCatamayoTV, levantamos la taza, brindamos con café en vajilla especial y decimos: gracias Don Héctor, por enseñarnos que con fe, trabajo y humildad se puede mover el mundo… desde un rincón del sur, desde Zambi hasta Cuenca.