Leyendas: Duende de La Toma

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“Los jesuitas adquirieron la hacienda Ucaranga (abundancia) en el sector donde hoy se levanta la Ciudad de Catamayo, el sector del camal municipal, por el Norte y Noreste seguía la rivera del Río Trapichillo, cultivaron las tierras de la hacienda y para la fertilización construyeron el primer canal de agua, cuya bocatoma está ubicada desde hace cuatrocientos  años a un kilómetro hacia arriba de la antigua población de Trapichillo, el canal de agua cruzaba por el sitio llamado las Canoas y seguía por el pie de lo que hoy es la Ciudad, e iba hasta las tierras  donde hoy se levanta el camal.

La gente que trabaja en las haciendas de este valle eran arrimados, casi todos de raza negra, quienes podían trabajar en un clima cálido seco y en esos tiempos de fuertes epidemias y bichos de toda naturaleza; el trabajador encargado de mantener el agua por el canal se lo llamaba aguatero, el argot utilizado era ir a soltar agua en la toma; me voy a la toma de agua, que más tarde utilizaron el vocablo La Toma, así las mujeres llevaban el almuerzo a su marido que está en la Toma, hasta que luego de muchos años fueron construyendo algunas chozas en los terrenos que hoy es la Ciudad y le dieron por nombre La Toma.
Es así que don Marcelino Vinces, arrimado de raza negra, fornido y muy obediente a la dueña de la hacienda de La Toma, doña Isabel Carrión de Arias, por los años 1920, ejercía las funciones de aguatero, según la tradición cada vez se sentía engañado por que alguien, le hacía una mala jugada, cuando cargaba el agua en la bocatoma del canal y se dirigía a repartir el agua para el riego, mas ésta no llegaba, regresaba a ver la bocatoma y ésta estaba taponada con fuertes piedras, con la paciencia del negro, quitaba las piedras y enviaba el líquido por canal de la toma, caminaba a la huerta para repartir el agua, pero ésta no llegaba, inmediatamente regresaba a ver el agua y ésta otra vez estaba taponada con piedras, como esto le sucedía varias veces, el negro Marcelino no se dio  por vencido fue  a la bocatoma y nuevamente la abrió, envió el agua pero esta vez se quedó escondido tras los arbustos de moshqueras, de repente se asomó un campesino pequeñito puesto un gran sombrero que casi le tapaba la cara, de pies descalzos y grandes, procedió taponar la bocatoma, en esos momentos lleno  de ira y temor el negro Marcelino gritó ¡Quien me quita el agua carajo, el enanito se transformó en viento y se esfumó,  este fue el Duende de la Toma, que siempre se le asocia como un duende juguetón, y nunca más regresó a jugar con las andanzas del negro Marcelino”.
Estas leyendas fueron tomadas del libro “Cultura Popular  Los Negros de Catamayo”  Autor: Victorino Albito Orellana