Don Javier un agricultor de naturaleza humilde, a sus 44 años tuvo su primogénito, él vivía en el campo junto a sus padres y a su esposa, era ya el tiempo de que viera la luz de la vida su primer hijo, una madrugada del mes de marzo, el calendario apenas marcaba su segundo día. En el campo era tradicional, que en esos momentos de alegría este presente la señora partera que hacía las veces de ginecóloga, era la encargada de asistir al nacimiento de los bebes, la encargada de que tomar en brazos al bebe por primera vez.
Costumbres mitológicas eran las de don Javier, él ya tenía listo una tina con una buena botella de vino de uvas y una docena de huevos de gallinas criollas.
La tradición constaba se debía mezclar el vino con los huevos sin dejar de lado las cascaras, y en ese preparado darle un buen baño al bebe en su primera vez, y luego arroparlo, para que no sintiera frio.
El niño parecía un gusano de seda, envuelto con una faja y un gorrito que lo protegía de muchos movimientos bruscos o de pronto decía que los niños se asustan por si solos, por este motivo los envolvían para que crecieran fuertes y seguros.
Don Javier decía que con ese baño el niño crecería fuerte y con mucha inteligencia, el gran cariño y amor que sentía al mismo tiempo la felicidad de tener su primer hijo en sus manos. Junto a su esposa cultivaban los campos, de sol a sol. A los 5 meses él bebe ya se sentaba por si solo, su madre lo alimentaba con aves bebe que los encontraba en los campos silvestres, asadas al carbón, huevos de toda clase de aves, las mismas que la bendita naturaleza arrojaba en las manos de esta pareja de recién casados.
A los 8 meses, él bebe ya empezaba a dar sus primeros pasos, era la hora de caminar y de recorres los caminos por sí solo, pero su madre quien por cuenta lo sobreprotegía siempre estaba pendiente de él.
Historia basado en la vida real
Autor: Pepe Simancas