“La Ciudad de Loja colonizada por españoles de linaje y gobernada por corregidores de prosapias, abolengo hispano, en la administración y vida social injertaron las formas de gobierno ibérico, vivían sólo de la conquista, organizando expediciones donde morían miles de nativos a tal extremo que los exterminaron, importaron a los esclavos negros para dedicarlos a la explotación de minas, tareas agrícolas y servicios.
En las ciudades fundadas por el bravo y creyente español, si apenas se desarrollaban ocupaciones manuales o artesanías incipientes como sastres, talabarteros, carpinteros, herreros o mecánicos de fragua y yunque, y manualidades según la necesidad del medio.
Como era menester colocar campanas en las iglesias y capillas para llamar a los indios, y negros al santo oficio, mas al no contar con los artesanos fundidores de esta ciudad, la clerecía tenías que contratar o adquirir este artefacto en las florecientes ciudades como Quito y Lima, donde la fundición ya era un arte experimentado, es como mandaron a fundir en Lima una campana de una tonelada de metales.
Nos relata Don Segundo Manuel Arce Riofrío, auténtico personaje de raza negra que aún resta, dice tener 92 años de edad al contar esta tradición 2004, vive allá en el rincón de Trapichillo, entre la soledad y su borrico que le lleva todos los días a su huerta sitio “El mal paso”, nos comente, fueron una manada de 40 negros bien fornidos hasta Lima para traer semejante campana de una tonelada de peso, estaba al mando el negro Domingo Arcentales, grupo que caminó de Lima a Loja, emplean 4 meses, cruzaron el Río Catamayo por el puente El Inca, sitio el Huaicu, luego cruzaron el camino que pasa por Chiriguana y avanzaron hasta el sitio Charán, en este sector había un tambo para el descanso del viajero de Catamayo a Loja.
Agotados de tanto trajinar, descansaron plácidamente para tomar fuerzas y emprender el último tramo a Loja; cuenta que amaneció con una ligera llovizna por lo montañoso al estar en las faldas del cerro Villonaco, luego de tomar su cuchuca (sopa de maíz molido) con agua de panela, repuestas las fuerzas fueron a ver la campana, colocaron un listón de lado a lado para echar a los hombros y listos para levantarla, de repente sopló un viento huracanado que les arrebató la campana y fue a parar en un barranco en donde desapareció el pesado metal, a poca distancia los cargadores pudieron observar que unos personajes pequeñitos fantásticos puestos sombreros que casi cubrían los rostros, saltaban, gritaban, y se festejaban la desaparición de la campana, por que se les tragó la tierra; nuestro narrador nos dice que los duendes eran los diablos, se los llevó por que la campana aún era jíbara no había sido bendecida ni echado agua bendita, entonces don sata se interpuso para que la campana no llegue a la iglesia.
Y desde Charán cada jueves santo suena la campana a las doce de la noche con tanta claridad que retumban los cerros aledaños, por que según Arce había sido fundido con bastante oro y plata; desde allí se quedó el cuento como leyenda y verdad la historia de la Campana de Charán”.
Estas leyendas fueron tomadas del libro “Cultura Popular Los Negros de Catamayo” Autor: Victorino Albito Orellana