El Secreto de los Tamales de Doña Otilia: La Historia de una Cocina que Transformó Catamayo

Descubre la historia de Doña Otilia Ruiz, una mujer pionera de la gastronomía en Catamayo, quien, con sus tamales, guatita y mucho amor por su comunidad ha dejado una huella imborrable. ¡Únete a nosotros para conocer sus secretos culinarios y cómo su legado ha transformado la tradición de la comida local!

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En el episodio número 30 de Catamayo de Antaño Podcast, los televidentes tuvieron la oportunidad de conocer a una de las mujeres más emblemáticas de la localidad: Doña Otilia Ruiz. A lo largo de su vida, Otilia ha sido testigo de la transformación de Catamayo, pero más allá de los cambios en su entorno, su legado se construye a través del esfuerzo, el trabajo y un amor profundo por su familia y su comunidad. A sus 75 años, sigue siendo una de los principales referentes de la gastronomía local, transmitiendo con cariño sus secretos culinarios y su sabiduría a las nuevas generaciones.

La Cocina como Escuela de Vida

La historia de Doña Otilia comienza en una familia donde el trabajo era el pan de cada día. Nacida  en Gonzanamá, junto a su madre, Otilia aprendió desde muy joven que la dedicación y el esfuerzo eran claves para salir adelante. “Mi mamá nos enseñó a trabajar desde pequeños. Siempre estábamos en la cocina o ayudando en lo que podíamos,” recuerda con cariño. La cocina no solo fue un lugar de unión familiar, sino también el espacio donde Doña Otilia comenzó a forjar su identidad.

Los primeros sabores que marcaron su vida fueron los de los tamales y la guatita, platos tradicionales que ella aprendió a preparar y que, más tarde, serían los que la llevarían al reconocimiento en su comunidad. “El primer tamal que hice fue con mi mamá, pero no fue hasta que comencé a hacerlos con más dedicación que me di cuenta de que la gente realmente los apreciaba,” dice con una sonrisa orgullosa.

El Comienzo de los Tamales, una Receta Familiar que Se Transforma

La historia detrás de cómo Doña Otilia comenzó a hacer tamales es una de esas anécdotas que definen su vida de esfuerzo y dedicación. «Al principio, no sabíamos mucho sobre cómo hacerlos. Pero un día le dije a mi mamá: ‘Vamos a intentar hacer tamales’, y nos pusimos a la tarea,» cuenta. En sus primeras intentonas, la familia no tenía la facilidad de hoy en día, por lo que molían el maíz a mano y usaban ingredientes sencillos. «Nosotros mismos molíamos el maíz, porque no había quien lo moliera, y así comenzamos a preparar los primeros tamales. Mi mamá siempre nos enseñó a hacer las cosas bien, y eso nos motivó,» explica.

Lo que parecía un simple intento de hacer una comida casera, pronto se transformó en un negocio familiar. “Lo que empezó como una actividad doméstica, se convirtió en algo más cuando nuestros vecinos comenzaron a pedirnos tamales. Nos decían que estaban riquísimos, y fue ahí cuando comenzamos a vender,” recuerda. Así, lo que comenzó en una pequeña cocina de casa, con el paso del tiempo, se convirtió en un referente de la gastronomía local.

El emprendimiento, de la cocina casera al mercado de Catamayo

El paso de la cocina casera al emprendimiento fue natural para Doña Otilia. En su viaje a la costa, conoció la receta de la guata, un plato que le dio un toque único. “Cuando regresé a Catamayo, me decidí a venderla. Empezamos en la cancha del Guincho, vendíamos el plato grande por cinco reales,” recuerda. La guata, preparada con aliños especiales y acompañada de plátano verde picado, se convirtió rápidamente en uno de los platos más solicitados de la zona.

A medida que el negocio crecía, Doña Otilia no solo vendía guata y tamales, sino que comenzó a diversificar su oferta. Se introdujeron el seco de chancho, el arroz con pollo y otros platos tradicionales. “Al principio, vendíamos en pequeños puestos, pero pronto la gente de Loja y otras ciudades comenzaban a venir a Catamayo solo para comprar nuestros platos,” explica, reconociendo el apoyo que recibió de su familia para consolidar su negocio.

El valor del trabajo en familia y la solidaridad comunitaria

Doña Otilia no fue solo una emprendedora exitosa, sino también una madre y abuela ejemplar. Sus hijos se involucraron en el negocio desde pequeños, ayudando en las ventas antes de ir al colegio. “Lo más importante es que siempre he trabajado con amor, y eso es lo que hace que todo salga bien,” afirma. Pero más allá de la cocina, Otilia aprendió que el verdadero éxito radica en el apoyo mutuo entre los miembros de la familia. “Cuando mi esposo Pedro ‘Don Colorado’ se enfermó, fui yo quien tuve que llevar las riendas del negocio, pero siempre estuvimos juntos. Él nunca me faltó para la comida, pero yo también quería ser independiente,” dice con gratitud.

Además de sus hijos, Otilia acogió a otros niños en su hogar. Uno de los más emblemáticos fue Manuel, un niño de la costa que llegó a su vida tras una dura experiencia familiar. “Lo adopté cuando tenía siete años. Su historia me conmovió, y lo traté como a uno más de mis hijos,” relata con una mezcla de tristeza y orgullo.

Manuel: El Niño que Llegó a Su Vida

“En otro momento de mi vida, adopté a Manuel, un niño que apareció en mi vida cuando tenía unos siete años. Era un niño que había sufrido mucho. Me contó que su mamá se había ido con otro hombre y que él, junto con su hermano, había sido maltratado. Incluso me dijo que su padrastro lo había tirado en un estero, y fue de esa manera que terminó en Catamayo.

Yo lo vi y no pude quedarme indiferente. Lo acogí, lo cuidé y lo llevé a la escuela. Como no tenía ningún documento, le pedí a la señora Teresa, que vendía tintura en el mercado, que me prestara el nombre de su hijo, Manuel, para poder matricularlo. Ella accedió amablemente, y así lo inscribí en la escuela. Cuando el maestro, Don Checo, me preguntó de dónde había sacado al niño, le expliqué la situación. Me apoyaron, y Manuel empezó a estudiar.

Durante ese tiempo, Manuel creció feliz, como uno más de la familia. Era muy bueno, y todos lo querían mucho. En ese tiempo, estaba muy cerca de hacer la primera comunión, y él me pedía que lo dejara hacerla. Decía ‘mamita, yo también quiero hacer mi primera comunión como Jaime’. Yo le decía que sí, que se preparara, pero justo antes de que lo hiciera, llegó su hermano del cuartel.

El hermano vino y nos contó toda la historia de Manuel. Me explicó que era hijo de una familia que había sido muy maltratada por su padrastro y que, al final, él se haría responsable de él. Manuel estaba feliz por la noticia, y aunque me dolió verlo ir, entendí que debía regresar con su familia biológica. Le di su ropa, lo llevé a la iglesia para su primera comunión, y se fue con su hermano a Machala.»

Manuel fue un niño muy bueno, y aunque nunca más lo volví a ver, siempre estará en mi corazón. Me enteré por la gente que, después de todo lo que había sufrido, encontró un futuro mejor, y aunque no era mi hijo biológico, siempre lo traté como tal. Siempre recordaré cómo vino a mi vida y cómo me dio tanto amor, y yo también se lo di.»

El gesto de Doña Otilia no solo representó una oportunidad para este niño, sino que reflejó su profundo compromiso con la familia y la comunidad.

Efraín: Un Niño que Creció con Amor y Trabajo

«En el caso de Efraín, la historia fue diferente, pero igual de conmovedora. Efraín llegó a mi vida después de que su madre lo dejara con nosotros en momentos difíciles. Me lo encontré en el mercado, donde él trabajaba junto con su padre, Andrés Herrera. Efraín tenía alrededor de 10 años cuando lo vi por primera vez. El niño estaba muy desatendido, y me partió el corazón. Decidí acogerlo, darle un hogar, y así lo hice. Lo cuidé como a un hijo más, y me sentí responsable de su bienestar.

Efraín creció junto a mis hijos, y como Manuel, siempre estuvo dispuesto a trabajar. Se levantaba temprano, ayudaba en el puesto y, poco a poco, fue aprendiendo las labores que hacíamos para mantener el hogar. Como siempre, el trabajo y el amor fueron los pilares para que tanto él como mis hijos pudieran salir adelante.

Efraín también creció con la enseñanza de que la vida no es fácil, pero que siempre hay una forma de superarla. Cuando llegó el momento, Efraín comenzó a hacer su propio camino, como cualquier hijo que crece y se va de la casa para hacer su vida. Ahora tiene su propio negocio, y me siento orgullosa de ver que no solo aprendió a trabajar, sino que también se convirtió en un hombre de bien.”

 La enseñanza, la cocina como legado de amor

Doña Otilia, además de ser una cocinera excepcional, es una mujer con una profunda filosofía de vida que transmite a quienes la rodean. Su mensaje para los jóvenes es claro: «Aprecio mucho lo que mis hijos me enseñaron, y les digo a los jóvenes de hoy que valoren lo que sus padres les dan. Si ellos los disciplinan, es porque quieren lo mejor para ustedes.» Esta filosofía de vida, basada en el respeto, el trabajo y el amor, ha sido fundamental para el éxito de su familia.

Cuando se le pregunta sobre su legado, Otilia no duda en afirmar que lo más valioso que puede dejar es la enseñanza de que el trabajo honrado es la clave para todo éxito. “Todo trabajo es digno. No importa lo que hagas, lo importante es hacerlo bien, con amor y dedicación,” dice con firmeza.

La cocina y la comunidad, la Guatita y los sabores que trascienden

Los platos que Doña Otilia introdujo en Catamayo no solo representan un legado culinario, sino también una tradición que sigue viva. Su guatita, tamales, y el seco de chancho, son símbolos de una época en la que la comida no solo alimentaba el cuerpo, sino también el alma. Los sabores que Doña Otilia compartió con su comunidad, con sus amigos y con su familia, son ahora parte de la identidad de Catamayo.

Hoy, muchos jóvenes de la ciudad, así como nuevos emprendimientos, siguen la receta de la guata, pero ninguno logra replicar el toque especial que Doña Otilia le dio. “Cocinar con amor es el secreto. No importa los ingredientes, lo importante es el cariño con el que los preparas,” concluye, uniendo en sus palabras todo lo que ha hecho a lo largo de su vida: trabajo, sacrificio, amor y pasión por su gente.

Un mensaje final de gratitud y esperanza

Al final de la entrevista, Doña Otilia deja un mensaje lleno de esperanza para todos: “La vida no es fácil, pero siempre hay una forma de seguir adelante. Si uno tiene a Dios en el corazón, nunca está solo. Siempre que trabajemos con amor y respeto, todo saldrá bien.” Con estas palabras, Doña Otilia nos recuerda que lo más importante en la vida no son las dificultades, sino cómo las enfrentamos con dignidad, amor y esfuerzo.

Catamayo, que ha sido testigo de su historia, sigue reconociendo a Doña Otilia no solo como una gran cocinera, sino también como un ejemplo de amor, trabajo y comunidad. Su legado vivirá en cada plato, en cada recuerdo y en el corazón de todos los que la conocen.